La lectura que debemos hacer de la mejoría en los indicadores de la economía es
que ésta se ha recuperado y regresa a los niveles previos a la crisis de 2008 y
2009. Esto no significa que estemos ante una nueva fase de mayor dinamismo al
registrado en las últimas dos décadas, cuando el PIB creció a una tasa promedio
anual de 2.71 por ciento.
Para lograr un crecimiento sostenido con tasas más altas, hay muchas tareas por
hacer y decisiones de nación pendientes, las cuales nos competen a todos:
gobernadores, legisladores y a los diversos sectores de la sociedad.
Este año, el crecimiento será más moderado que en el 2010, cuando alcanzó el
5.5 por ciento. La razón es que la economía retorna a su capacidad potencial
productiva, una vez disipado el efecto de ajuste de una caída del 6.1 por ciento. El
impulso adicional dependerá del avance moderado que ya se percibe en el
mercado interno y la recuperación en Estados Unidos, donde las expectativas de
incremento del PIB para éste y el año entrante están por arriba del 3 por ciento.
El crecimiento en el 2011 será de alrededor del 4% y en el 2012 podría oscilar
entre el 4.2 y 4.8 por ciento, con una aportación importante del gasto derivado de
los procesos electorales federales. Estas estimaciones son similares a las que se
tienen para la economía global. El problema es que se quedan cortas ante las
necesidades de la población y nuestro potencial.
La recuperación es heterogénea. Algunos sectores y regiones están todavía por
abajo de su nivel de producción en el 2008. La industria automotriz se expandió
más de 40% el año pasado, ocho veces más que el crecimiento del resto de las
manufacturas. La construcción, fundamental para el empleo y el mercado interno,
no tuvo crecimiento alguno.
La confianza del consumidor ha subido y es previsible que haya un aumento
moderado, pero continuo del consumo privado y el ingreso disponible de las
personas. Esto se reflejará en más ventas al mayoreo y menudeo y existen
condiciones para que el crédito al consumo, que llegó a caer hasta 25% en el
2009, tenga un aumento progresivo, con tasas de hasta 10% de variación real
anual.
La inversión fija bruta se recupera lentamente. El comercio, los transportes, las
comunicaciones, la construcción y los servicios financieros deben tener una mayor
actividad. De esta forma, podríamos terminar el año con más de 600 mil nuevos
empleos y obtener una cifra superior en el 2012.
Los signos de recuperación son claros. Sin embargo, la comprensión precisa de la
situación y las perspectivas de la economía mexicana demandan una visión de
largo plazo.
El año pasado se recuperaron los empleos perdidos en el 2009 y se crearon
muchos más. No obstante, desde 1995 sólo hemos podido generar poco más de 5
millones de puestos de trabajo. En 15 años acumulamos un déficit de casi 7
millones de plazas, tomando en cuenta que deberíamos generar al menos 800 mil
anuales.
Ya en años anteriores, previos a la crisis, el porcentaje de personas en situación
de pobreza en México aumentó, mientras que en países latinoamericanos como
Chile, Brasil y Perú disminuyó. La estabilidad de precios ha sido clave para
contener la merma del poder adquisitivo de la población, pero los efectos de la
recesión en 2009 fueron considerables, y actualmente más del 50% de los
mexicanos padece algún grado de pobreza.
En éste y en el próximo año, la situación para las familias debe tender a mejorar.
Sin embargo, para que todos podamos prosperar en la magnitud y la velocidad
que deseamos, es preciso revertir el estancamiento de nuestra competitividad y
multiplicar las inversiones, los empleos de calidad y las oportunidades.
Para que entremos a una nueva fase de dinamismo económico, debemos revertir
la baja generación de ahorro e inversión y la lentitud del avance de la
productividad y el cambio tecnológico, manteniendo el control de la inflación, que
siempre afecta más a quienes menos tienen.
Desde luego, es crucial abatir la inseguridad pública, el crimen organizado y la
corrupción e impunidad que lo acompañan. El costo humano, social y económico
que estamos pagando por estos males es demasiado alto.
Para crecer sostenidamente a tasas anuales superiores al 6 por ciento –que son
las que se necesitan– necesariamente hay que expandir nuestra capacidad
productiva y el potencial del mercado interno.
Si se aprobaran reformas de fondo en materia fiscal, laboral y energética, sería
posible que la inversión como proporción del PIB aumentara a más de cuatro
puntos, para llegar a 26 por ciento. Con ello, sería posible asegurar un crecimiento
sostenido de cuando menos 6 por ciento anual, con un mínimo de 800 mil nuevos
empleos al año.
Un cambio integral de nuestro sistema hacendario elevaría la recaudación
tributaria en al menos tres puntos porcentuales del PIB, a los que con el tiempo
podrían sumarse dos más, con el incremento en la actividad económica generado
por la combinación de ésta y otras reformas. Es la vía para tener más recursos a
destinar al desarrollo social, la educación y la atención a grupos vulnerables.
Con la reforma laboral se incentivará la creación de empleos bien remunerados
dentro de la economía formal, abriendo el mercado formal de trabajo a sectores de
la población que hoy no encuentran oportunidades.
Una reforma a la banca de desarrollo como la que propone Coparmex, ayudará a
resolver el principal problema de las Pymes: la falta de financiamiento. Existe
evidencia de que en México, un incremento de un punto porcentual en la
penetración crediticia como porcentaje del PIB puede llegar a impulsar un
crecimiento adicional de éste hasta en un 0.5 por ciento.
Una reforma energética integral detonaría un flujo de inversiones como no se ha
visto desde los años posteriores a la entrada en vigor del TLC. México y Corea del
Norte son los únicos países que hoy se niegan este tipo de oportunidades.
La recuperación no implica que los cambios requeridos desde hace décadas
hayan dejado de ser necesarios y urgentes.
Los mexicanos tenemos dos alternativas: una es depender de la volátil situación
económica en el mundo y confiar que con la misma estructura social, política y
económica vamos a superar los enormes retos que enfrentamos; la otra es asumir
el control de nuestro destino y decidirnos a hacer lo necesario para tener la nación
justa, libre, segura y próspera que anhelamos. Esta es la opción en que Coparmex
cree y por la cual trabaja.
Provoquemos el cambio. No nos resignemos a su retraso con la justificación de
que no existen condiciones políticas adecuadas para hacerlo. Nuestra tradición
nos llama a construir esas condiciones. Juntos podemos hacerlo.
Coparmex cuenta con ustedes; ustedes con Coparmex.
Reciban un saludo afectuoso.
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